viernes, diciembre 28, 2007

Cuestión de horario

Desde hace unos días me despierto una hora antes. Aunque cuando salgo de casa (una hora antes) todavía me calzo el ipod, extrañamente tengo casi que correr hasta mi parada de metro para no morirme de frío. Mi cuerpo no está muy aconstrumbrado, una hora antes, a los inviernos penínsulares. Una hora antes ya no me encuentro en el camino con el Mediterráneo ni el Gurugú sino con el Palacio Real, la Almudena y un tráfico histérico que amenaza con ponerse de pie y gritar agitando el puño.

Durante casi una hora, nueve paradas de metro y un transbordo de ida y casi otra hora, las mismas nueve paradas de metro y otro transbordo de vuelta, observo rostros de desconocidos y leo un libro (esta semana me ha tocado El Aleph de Jorge Luis Borges) o el Veinte minutos que después tiro a una papelera del exterior. Los primeros días lo dejaba adormilado en un banco para que otro lo rescatara de su destino, pero como ahora están de huelga los de la limpieza, lo extingo de inmediato en cuanto subo a la superficie, antes de que se apague tan lentamente como una vela, desgarrado en un rincón junto a billetes agonizantes.

Vuelvo a casa una hora más tarde. Como una hora más tarde y duermo una minisiesta una hora más tarde, para intentar recuperar el tiempo perdido, pero a pesar de todo, cuando despierto y miro por la ventana apenas reconozco estas calles de la Fortaleza.

Dicen que cogí un avión, que me desplacé unos cuantos kilómetros al Norte, que me vine a una ciudad llamada Madriz, pero no les creo. Me están engañando. Sigo todavía en la Fortaleza. Es todo cuestión de horario. Últimamente no estoy muy sincronizado (todo ocurre una hora antes o después) y por eso soy incapaz de encontrarme con mi vida anterior.

Mañana es sábado. Podría poner el despertador a la misma hora de siempre e intentar sincronizarme, empezar bien el día y volver, pero de momento, me gusta mi nuevo horario. Ya no necesito telefonear a Hayati o soñar con ella. Ahora la tengo tan cerca...

viernes, diciembre 07, 2007

Un año en un post

Hayati, dibujo con un dedo tus labios antes de besarlos. Saben a presente, a ciudad, a estación de metro. Me gusta tenerte tan cerca porque dejas de ser mentira. Sirenas de policía, músicos callejeros, putas de esquina. Tu piel tiene el tacto de los sueños. Recorrer el mundo como recorro el atlas de tu cuerpo. Tus pechos son dos dunas del desierto. Soplo encima para atrapar el viento. A Madrid apenas llega, aunque estemos en invierno.

Yo tenía una casa en África. ¿La recuerdas? Ya solamente la veo cuando cierro los ojos. Cierra ahora tú los tuyos. El muecín llamando a la oración, las colas de devoradores de papeles que se formaban en la puerta de mi trabajo, algunas palabras en tamazight, una ronda de cañas y unas copas después con mis amigos, el mar, el comercio atípico, la frontera, la miseria, subsaharianos lavando todoterrenos de lujo, las calles vacías a las ocho de la tarde, la sombra del Gurugú, el calor pegajoso del verano, de nuevo mis amigos, la Fortaleza.

Dicen que volveré a la Fortaleza, que Madrid no es para mí. Tú sabes que no. Apenas llevo aquí una semana pero me gusta dibujar tus labios antes de besarlos.




miércoles, diciembre 05, 2007

Pichi... es el chulo que castiga

Ya ejtoy en Madriz y para celebrarlo he cambiado de color al blog.
Todo ha sucedido muy rápido. Ya tenemos casa en Madrid. Ya hemos firmado el contrato de alquiler. Ya tenemos muebles. (Nos fuimos en seguida en fregoneta hasta un pueblo del sur de Andalucía para recoger todos los muebles de la casa que Hayati tiene allí y llevarlos a nuestro apartamento alquilado de Madrid y aunque, en principio, imaginé que se trataría de un viaje duro, resultó ser una especie de mudanza turístico-gastronómica, ya que dimos unos cuantos homenajes al paladar). Ya hemos comprado pintura (color salmón) para las paredes. Ya lo tenemos apalabrado con un pintor. Ya han llegado las cajas que mandé por correo desde la Fortaleza. Ya hemos estrenado la casa (un polvo sobre una alfombra marroquí). Ya he ido hasta la puerta de mi trabajo. Ya he comprobado que se tarda entre cuarenta y cincuenta minutos. Ya he dejado de fumar (a veces me ataca la ansiedad y no paro de comer). Ahora sólo nos falta poner un poco de orden a nuestra vida y a la casa.