Estaba muy cansado cuando me subí al taxi, un Mercedes blanco con propaganda turística de la Fortaleza en el lomo. El conductor tenía ganas de cháchara, se quejaba del tráfico, del viento, y en cuanto llegamos a mi calle me preguntó que si era familia de los dueños de una tienda de musulmanes donde suelo comprar el pan. Como le dije que no, que no sólo no era musulmán si no que ni siquiera era de la Fortaleza, volvió a insistir con otra pregunta:
- ¿De dónde eres?
Apenas había dormido. La noche anterior me acosté alrededor de las tres, y me había levantado muy pronto para marchar al aeropuerto con tiempo. Una de mis peores pesadillas es perder el avión y quedarme tirado. Me encanta viajar y generalmente cuando viajo, a diferencia de mi vida diaria, no suelo tener planes preconcebidos ni horarios. Me dejo llevar por mis impulsos, improvisando en cada momento lo que voy a hacer el siguiente. En cambio, no soporto llegar con el tiempo justo a un aeropuerto. Además, así aproveché para leer Milenium de Carvalho de Vázquez Montalbán y recordar un poco el fin de semana, lo insaciables que somos los dos y lo a gusto que voy sintiéndome poco a poco en Madrid.
Como te dije en cuanto nos conocimos, tenía una deuda kármica que pagar con aquella aterradora ciudad de paso en la que me sentía con una boina invisible en la cabeza, con aquella ciudad invisible con cuyos habitantes de mirada esquiva me cruzaba en los vagones del metro, con aquella ciudad antipática como una rubia presumida que sólo te da dos besos cuando le interesa lo que tienes en la cuenta corriente.
Pero tú sientes a Madrid profundamente, como una enfermedad infantil contagiosa y yo poco a poco veo como me van saliendo manchitas y granos en la piel. Ahora veo a Madrid como una madre que ha adoptado a tantos niños de todo el mundo, que aunque quisiera, no puede dar cariño a todos, pero no por eso va a dejar de ser tu madre, y no por eso, si te acoge, vas a dejar de quererla. Todavía no sé cuando, pero creo que quiero irme a vivir a Madrid.
- ¿De dónde eres?- me preguntó el taxista
Ahora entenderás porqué le dije que de Madrid.
- ¿De dónde eres?
Apenas había dormido. La noche anterior me acosté alrededor de las tres, y me había levantado muy pronto para marchar al aeropuerto con tiempo. Una de mis peores pesadillas es perder el avión y quedarme tirado. Me encanta viajar y generalmente cuando viajo, a diferencia de mi vida diaria, no suelo tener planes preconcebidos ni horarios. Me dejo llevar por mis impulsos, improvisando en cada momento lo que voy a hacer el siguiente. En cambio, no soporto llegar con el tiempo justo a un aeropuerto. Además, así aproveché para leer Milenium de Carvalho de Vázquez Montalbán y recordar un poco el fin de semana, lo insaciables que somos los dos y lo a gusto que voy sintiéndome poco a poco en Madrid.
Como te dije en cuanto nos conocimos, tenía una deuda kármica que pagar con aquella aterradora ciudad de paso en la que me sentía con una boina invisible en la cabeza, con aquella ciudad invisible con cuyos habitantes de mirada esquiva me cruzaba en los vagones del metro, con aquella ciudad antipática como una rubia presumida que sólo te da dos besos cuando le interesa lo que tienes en la cuenta corriente.
Pero tú sientes a Madrid profundamente, como una enfermedad infantil contagiosa y yo poco a poco veo como me van saliendo manchitas y granos en la piel. Ahora veo a Madrid como una madre que ha adoptado a tantos niños de todo el mundo, que aunque quisiera, no puede dar cariño a todos, pero no por eso va a dejar de ser tu madre, y no por eso, si te acoge, vas a dejar de quererla. Todavía no sé cuando, pero creo que quiero irme a vivir a Madrid.
- ¿De dónde eres?- me preguntó el taxista
Ahora entenderás porqué le dije que de Madrid.