viernes, agosto 24, 2007

Una proposición

Salgo del Puerto Deportivo de la Fortaleza después de tomarme unas cañas con mis amigos. Vuelvo a casa. Solo. Un BMW azul se para unos pasos delante de mí y baja la ventanilla.
- Tienes hora? - me pregunta. Tiene acento andaluz.
- Las seis y diez - le respondo después de mirar el móvil.
Me hace un gesto con la mano para que me acerque. Tendrá mi edad, en torno a los treinta. Va vestido con camiseta y pantalones cortos, de deporte.
- ¿Eres de La Fortaleza?- me vuelve a preguntar.
- Sí.
- ¿Por dónde se puede salir?
- Aquí al lado, en el puerto - le digo.
- No, lugares de más ambiente- me dice- Tú me entiendes.
- Claro.
- Llevo varios días en la Fortaleza y no encuentro nada - me comenta.
- Ésta es una ciudad muy pequeña y muy jodida. Ya lo descubrirás con el tiempo.
Se me pasa por la cabeza, pero no le digo que tengo amigos gays que tienen que recurrir a la prostitución de negros e inmigrantes, porque en la Fortaleza gobierna la hipocresía.
- Ya, pero supongo que a todo el mundo le apetece que le hagan una mamada a estas horas. ¿A tí no te apetece que te hagan una mamada?.
Con una mano se está tocando la entrepierna por encima del pantalón. Es de color gris y parece de algodón. Sonrío. Me acuerdo del principio de Platero y yo.
- De momento estoy servido- le digo.
- ¿No te parece ésta una buena hora para que hagan una mamada?
- No, gracias.
- Bueno, perdona, tío.
- No pasa nada. Hasta luego.
- Hasta luego.
Me fijo en la matrícula del BMW. Es de las nuevas.

sábado, agosto 18, 2007

Convivencia

Hayati está durmiendo en mi cama.

Normalmente soy yo el perezoso, el que se agarra a la cama como a un tronco en medio de la corriente de un rio. No quiero despertarla. Tiene que descansar. Lleva muchos días estudiando. Enfrente de mí, sobre un tapete de la India veo sus apuntes, clasificados en plásticos, enseñándome los dientes y sus ojos amarillos.

Hayati lleva ya varios días en mi casa. Hemos estado juntos quince días. Mañana es el último día, pero no quiero que se vaya. Mi casa sin ella se va a convertir en un agujero negro, que engulle todo, incluso la luz. Una mansión sin velas. Una verbena sin pasodobles.

Tenía un poco de miedo. Nunca se lo dije. He tomado una decisión importante (pedir el traslado a Madrid) sin saber cómo sería la convivencia entre nosotros. Habíamos estado de vacaciones, de viaje durante algunos días, compartiendo fines de semana inolvidables, pero nunca habíamos estado conviviendo. Los dos solitos en casa. Yo trabajando. Ella estudiando. Parece que funciona.

No sé si somos la pareja ideal. Ni siquiera sé si existe la pareja ideal. Tengo que limar ciertas asperezas de mi forma de ser. Lo reconozco soy un poco desastre con la casa. Me paso muchas horas frente al ordenador, escribiendo o leyendo. Sólo cuando tengo que enfrentarme a un dragón que ha fijado su guarida en el cuarto de baño o a una manada de leones que se pasean hambrientos por mi salón, es cuando decido a armarme con la escoba y la bayeta. No tengo miedo a las cicatrices de la limpieza. Pero si, en ocasiones, no lo hago no es sólo por vagancia. También es un poco de vacío existencial. Impaciencia. Una necesidad inmensa de que pase más rápido el tiempo y que llegue pronto el momento de marcharme a Madrid. Empezar una vida nueva. Huir de la Fortaleza.

Hayati dice que la trato muy bien. Que no saben las demás mujeres lo que se pierden, sobre todo la Otra, la que no me quiso. No sé. Yo creo que está muy enamorada de mí.

Ayer hicimos un año. Empezamos mandándonos un e-mail, continuamos con el messenger, después vinieron las llamadas de teléfono y ahora apenas puedo vivir sin tener su respiración cerca. Para celebrarlo tuvimos una cena romántica en el parador de la Fortaleza. Una cena con vistas. Toda las luces de la ciudad a nuestros pies. Las ciudades de noche son un gato que ronronea y pide mimos. Tomamos una botella de vino blanco con música clásica de fondo.

Otro defecto que tengo es que me cuesta expresarme. Soy frío. Actúo como una armadura oxidada. Mis movimientos son torpes y están poblados de chirridos cuando hablo de amor. Sólo sé expresarme con las manos. Cuando la acaricio, cuando escribo. No sé lo que pensará Hayati de todos estos días, de mí, de ella, de nosotros.

- Xuan- me llama.

Os dejo. Voy a darle un beso de buenos días.