lunes, diciembre 04, 2006

Hombres como los de antes

Los hombres ya somos como los de antes, sobre todo los que hemos pasado por la Universidad para estudiar una carrera de letras y no hemos hecho ni la mili (en mi caso, me declaré objetor). Leemos libros sin fotografías, escribimos poesía contaminada de metáforas, nos encanta el cine independiente y el rock alternativo, dudamos entre si somos seres humanos o replicantes, nos sabemos cientos de citas de autores que fallecieron varios siglos atrás, tenemos sentido del humor, somos especialistas de jugar al mus y de tomar cañas y copas en los bares, nos consuela la visión de la vida que tiene el budismo, pensamos que la felicidad consiste en tener una tarjeta de embarque en la mano, sabemos dónde está y para qué sirve el clítoris y a veces (muy pocas veces pero alguna) hasta nos entienden las mujeres, pero cuando tienes una casa nueva, te has cansado de vivir como un hippie y necesitas una serie de detalles para terminar de vestirla con las galas de una novia virgen, te das cuenta de que todo lo que has aprendido a lo largo de tu vida de intelectual bohemio con pinceladas zen y de la que te sientes tan orgulloso no sirve para nada.

Me gustaría ser un hombre como los de antes, de esos que se suben en una escalera, haciendo equilibrios de trapecista de un circo internacional, con el pantalón medio caído, enseñando un poquito la raja del culo y a quienes le quedan bien expresiones como me cago en la puta de oros y saben lo que es una broca, un taco del seis y una arandela, mientras preparan los taladros necesarios para colocar los rieles de las cortinas, los focos de luz del techo que hacen juego con el mueble del salón y del dormitorio o los apliques que faltan en el cuarto de baño.

Tengo la casa llena de cajas, entre ellas la de un taladro (que todavía ni he abierto), en primer lugar, porque un hombre sin taladro (inevitable símbolo fálico) no es un hombre aunque luego no lo usemos nunca, y en segundo lugar, porque he organizado para mañana por la tarde la Operación Casa. He comentado a mis amigos que necesito ayuda para terminar de vestir mi casa y que cuando terminemos, pagaré unas rondas de cañas y tapas a todo el que arrime el hombro.

De todos modos, tengo apuntado el número de teléfono de un hombre de los de antes, por si al final me dejan tirado o algo sale mal y nos pasamos con el taladro y estrecho relaciones de amistad con el vecino porque le veré a través de los cientos de agujeros inútiles de mi pared con ciertos toques conceptualistas sin duda influenciados por el constructivismo soviético y el dadaísmo suizo.