viernes, noviembre 23, 2007

Cinco

Estoy solo. Porque quiero, pero estoy solo.

Normalmente los viernes es el único día de la semana que salgo. Cuando terminamos el trabajo nos vamos a tomar unas cañas y después unas copas y así hasta que el cuerpo aguante. El viernes es el día de la liberación, el momento en el que suelto con mis amigos todo el estrés acumulado durante la semana.

El lunes dejo de trabajar en la Fortaleza. Teóricamente podría ir a las ocho y media de la mañana, que es cuando abren la Gerencia y firmar el cese. Sin embargo soy una persona, en ocasiones, demasiado responsable. Estoy en uno de los peores destinos de la Fortaleza. Aparte de por el volumen de trabajo, porque la mayoría de mis compañeros pasan bastante del tema y decidí tirar del carro para adelante. Muy pocos saben todo lo que he currado, yendo a trabajar, sobre todo al principio, por las tardes e incluso algún que otro sábado para intentar poner un poco al día todo el asunto. Ahora más o menos funciona. Tiene un ligero retraso asumible en ciertos temas, pero por lo demás todo va relativamente bien. Hasta que vino el de Graná, era el único que había aprobado una oposición y el único que me lo tomaba en serio. En mi trabajo no tengo poder, si no autoridad moral. Mis jefes han delegado un montón de funciones en mí y casi todo gira a mi alrededor.

Se señaló una inspección para el jueves que viene y ya os dije que la cambiaron para este lunes, para que así estuviéramos todos. No me preocupa la inspección en sí. Va a ser la cuarta ya, que he pasado. Tengo que preparar un pequeño alarde con los expedientes de este año y dejarles ver a los inspectores los que me pidan.

Estos últimos días he intentado dejar lo mejor posible las cosas y no he preparado el alarde. Mañana, sábado, voy a ir a prepararlo, para que cuando el lunes llegue la inspección esté todo en orden. No tengo porque ir ni porque prepararlo, ya que si quisiera podría cesar antes de que los inspectores llegaran. Pero moralmente me siento incapaz de dejar a mis compañeros con el culo al aire.

Esta mañana después de trabajar, hemos ido al hotel a tomar unas cañas y ahí he cortado el asunto. Zeno Cosini quería continuar.
- Oren, hoy es el último viernes- me insinuó
- No, tío, mañana tengo que currar.

Cuando he llegado a casa he intentado dormir la siesta, pero como me está pasando varias veces estos últimos días, no paro de dar vueltas a las cosas y no consigo conciliar el sueño. Me ha llamado el madurito interesante y le he dicho que estaba en casa y que no iba a salir hoy porque mañana tenía que ir a trabajar.

- No pasa nada, tío, lo mismo aparezco yo mañana por ahí a que me vea mi jefa.

Después me he puesto a llorar.

Zeno Cosini y el madurito interesante son mis mejores amigos en la Fortaleza. Me apetecía mucho irme con ellos de fiesta, exprimir la noche hasta que no quedaran vasos limpios. Emborracharme lo suficiente para sentirme capaz de decirles que son unos hijos de puta, que los quiero un montón y que conocerlos ha sido lo mejor que me ha pasado en la Fortaleza. Todo éso que les he prohibido decir que me digan para que no se me caiga la lágrima como se me está cayendo ahora mismo, porque soy un hombre del Norte con dos cojones.

Pero estoy solo. Estoy solo porque quiero y porque soy un puto gilipollas.

El martes que viene tengo la comida oficial de despedida. Creo que hay mesa reservada para veinticuatro personas. De los nueve que somos en la oficina, sólo vamos cuatro. Aparte de mí y el de Graná, que somos los homenajeados, van curiosamente las dos chicas con las que menos trato tengo. Los demás, a los que voy a tapar el culo, estando en la inspección del lunes, me han puesto excusas absurdas. Les he dicho que no pasa nada y que no me importa. El resto son mis dos jefes, compañeros de la torre donde trabajo y alguna que otra abogada.

Me harán un regalo, me halagarán y me pedirán unas palabras. Por mí sólo diría tres parafraseando a un gran cómico: ¡A la mierda!

Me podían haber hecho el mejor regalo del mundo, dejando las cosas como estaban en un principio, con la inspección el jueves y permitiéndome que disfrutara de mi último fin de semana en la Fortaleza a gusto.

Cuando me vaya de la Fortaleza borraré todos los teléfonos del móvil de la gente que se queda para dejar memoria libre menos los de seis personas, las seis que han aprobado la oposición fuera y que no recibieron el miércoles pasado un regalo de despedida y cerraré los ojos imaginando el lamento de una banda de tambores y cornetas del Rif.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya, mira que perder un viernes por trabajo. Yo creo q hubiera dicho las tres palabras el viernes y me hubiera ido de copas.
Aunq estoy yo para hablar, q también me mudo de trabajo y estoy dejando todo terminado para no dejar a nadie a medias; en fin, q no se puede ser bueno en esta vida.
Saludos desde el Inframundo.