domingo, marzo 25, 2007

La relatividad del tiempo

Ya tenías encendido el fuego, porque confiabas en que la cacería que hicimos los de la tribu hubiera salido bien y regresáramos con carne fresca para la cena. La visión de tus pechos de vasija de barro recién modelada, que se insinuaban bajo la túnica blanca casi transparente que compraste días atrás a los mercaderes fenicios, despertó mi deseo, aletargado por el tedio del cursum honorum a que me obligaba mi toga de ciudadano romano. Me miraste a los ojos y pude olvidar en tus pupilas bárbaras todo lo que nos costó conquistar Hispania, aunque aún quedaban algunos suevos que expulsar de nuestros nuevos territorios.

Nada importaba, cuando acariciba tu piel que pronto abandonó el arrianismo, ni siquiera la derrota de Guadalete ni que tuviéramos que emigrar de nuevo, esta vez, a las montañas del norte, donde los osos aún mataban reyes. Mientras besaba tu cuello de cristiana me prometía a mí mismo, que en una de las razzias de la próxima primavera, te traería esos aceites que utilizaban los sarracenos para llenar los estanques de los harenes de los califas de Córdoba en los que flotaban pétalos de rosa y lujuria. Aunque pronto partiría para las Indias, no quería irme sin que antes mis manos se redondearan con tus pechos ni saborear tus pezones, para no olvidarme de ellos mientras combatía a bordo de un galeón de nuestra señor don Felipe contra los piratas herejes de la pérfida Albión y que tanto añoraba cuando sentía el viento del Caribe en mi cara. Seguramente el Santo Oficio si conociera mis pensamientos, me condenaría por pecador y ardería en el infierno, pero mi boca estaba sedienta de labios, de lengua, de saliva, de palabras. Para mí ya era suficiente condena no tenerte siempre cerca.

Me gustabas más, lejos de los aduladores de la Corte, sin miriñaques, parabienes, ni pelucas. Si verte por fin desnuda significaba ser revolucionario, estaba definitivamente en contra de las cadenas y me pronunciaría con Riego. Me preguntaba si todos los demás socios del Casino, habrían visto alguna vez a sus mujeres desnudas. Aunque vosotras ya pudiérais votar, estaba convencido de que muchos os veían como la reencarnación del mal, que media España identificaban con el pañuelo rojo que antes de que te quitara el mono proletario, llevabas al cuello.

Los bombadeos ya habían terminado, pero para mí Madrid era una ciudad triste, llena de seminaristas, funcionarios venidos de provincias y pensiones de sopa fría, que solo se alegraba cuando se vestía de minifaldas y cantautores que se preguntaban en sus canciones que para qué tanto odio, si lo único que importaba es un muslo de mujer, como el que tenía entre mis manos, mientras me aproximaba a tí para que pudieras sentirme dentro. Tus suspiros me colocaban más que con cualquier otra droga de las discoteca donde los demás bebían cubatas y se tintaba el pelo de colores, enamorados de la moda juvenil, aunque la ciudad estuviera completamente en obras y dentro de unas horas saliera el avión que me llevaría de nuevo a la Fortaleza.

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Para que luego digan que la Historia es aburrida... ;)

Anónimo dijo...

..........Ayyyyyyyy!!!!!!!!!!!!!!....La próxima vez, me escribes esta "lección" sobre mi cuerpo, para que no se me olvide.
Te Quiero, tanto, tanto mi vida.

Siempre, eternamente tuya.

Terefer dijo...

De como hacer de la historia un arte... No me extraña que te adore tu hayati.
Besos

Anónimo dijo...

Vaya paseito, me dejas agotada

Muaksssss

Anónimo dijo...

Estás de un inspirado ultimamente... me encanta.

Besotes.

Anónimo dijo...

Te ha quedado precioso..
Besitos.

Anónimo dijo...

Esto es contar la historia toda junta pero no revuelta. De como el amor puede mezclarse en la historia o como la historia, a veces, se intercala en una bella historia de amor.
Chapeau.
Saludos desde el Inframundo.

Anónimo dijo...

El amor inspira, a que si?

Que preciosidad de relato...

Anónimo dijo...

Tremendo tio, tremendo.... ME he quedado sin palabras con el resumen de historía de España qu eha hecho... TREMENDO!!

Por cierto, para expresar buenos sentimientos hacía la persona que adoras... no hay horas, cualquiera es buena para echarla de menos, para sentir su ausencía y sufrir por ello... Debes tener a alguien muy buena para que te haga sentir así... ahora, que ella tambien se debe considerar una afortunada!

SAludos... desde "Hispania"

Caos dijo...

Una historia preciosa, que envidia querer asi y poder contarlo de una forma tan increible.
Bss

Anónimo dijo...

Menudo paseo...
Y acabando igual de joven.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Aplausos

Anónimo dijo...

No debe haber nada mejor que mantener el amor a través del tiempo (a pesar de mis teorías).

Estar enamorado te hace ocurrente.

Anónimo dijo...

una preciosa historia de amor a través del tiempo, y es que el tiempo parece hacerse más lento cuando amamos...
felicidades,
el despistado