martes, noviembre 14, 2006

Póngamos que hablo de R.

En ocasiones la vida te presenta personajes olvidados, que viven encerrados y solos en las habitaciones de un hospital hasta que te ingresan de urgencia durante un viaje (hablaré de él en otro post) y coincides con uno de ellos.

R. tiene cincuenta y nueve años, aunque parece mayor, porque su cara está avejentada, ojeriza y con la seriedad de haber mirado fijamente a los ojos rojos de la Muerte. Desde los veinticuatro años ha vivido casi siempre en una prisión de camas, batas blancas, olor a anestesia, quirófanos, dolores leves, moderados y fuertes y antibióticos, luchando por su salud. Jugaba en el Sporting de Xixón en los tiempos de Fuentes y en un partido contra el Oviedo, tuvo que retirarse por la fiebre y lo que parecía, en principio una infección de orina, fue el principio de sus desgracias. Le diagnósticaron insuficiencia renal que a la larga le encadenó a una máquina de diálisis que visitaba cada dos días. Perdió casi toda la masa muscular de futbolista y doce centímetros de altura, hasta que después de dieciseis años le pudieron hacer el primer transplante de riñón que le duró cinco años. De nuevo tuvo que volver a la máquina, hasta que le transplantaron otro distinto. Aún así tuvo tiempo para viajar por toda Europa, para traballar y para casarse con su mulleruca.
Tiene que tomar once pastillas cada desayuno, comida y cena, todo un arcoiris químico que le permite seguir con vida y que, mezclado con el sol y con la mala suerte de estar dentro del porcentaje del 15% del que advierte el prospecto de la medicación que toma para que cuerpo acepte el riñon transplantado, que le ha provocado cáncer, motivo por el que estaba en esos momentos en el hospital.
Mi operación no era complicada y me encontraba en perfecto estado, y ya desde el primer día quería irme del hospital, hasta que a mi Hayat (que parecía en el hospital de una ong de la alegría, aliviando la soledad de R.) y a mí nos contó un pedacito de su vida, sus anécdotas de la mili con un capitán que le mandaba limpiar su MS (mierda de seiscientos), sus viajes de estudiante en los tenía dinero para el viaje y poco más y en los que los últimos días se alimentaban de mendrugos de pan, su entusiasmo por las ciudades y en especial por las de Asturias, sus amigos con los que echaba la partida y sus treinta y cinco operaciones escritas con cicatrices en su piel de pergamino.
Cuando ya me dieron el alta, R. acóstose, excusándose porque tenía sueño para disimular el cariño que en tres días nos había cogido y evitar la emoción de lágrimas saladas de las despedidas, pero Hayati le dijo:
-Venga R. danos dos besos que nos vamos.
Y allí le dejamos, pero sin que podamos olvidarlo porque nada te puede doler a su lado. No tiene miedo a la muerte. La espera en la cama de un hospital, mientras escucha por los aurículares de su radio cómo ha quedado el Real Madrid y sueña con beberse un vasín de rioja que tiene completamente prohibido.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay veces que la vida te enseña a personas que no tienen tanta suerte como tú y como yo, y uno se da cuenta de hasta que punto se es tonto por actuar con tanto miedo, con tanta precación a veces en lugar de aprovechar cada segundo como si fuera el último
Gracias por hacernos reflexionar,
un saludo noctámbulo...

Anónimo dijo...

.......Su mirada triste, diciendonos "...y ahí fue cuando comenzó el desastre"...nunca la podré olvidar...la recuerdo y me emocionó. Aún no puedo recordarlo sin que me emocione....

Te quiero, mi vida...en el hospital, cuando no sabía...en media de la incertidumbre...me di cuenta...de cuan y cuán verdadero es lo que siento...por TI.

Anónimo dijo...

Tengo fobia a los hospitales y sus olores, con todo lo que he peregrinado yo en los tres últimos años... pobre R...

Y tú? ya recuperado?

1beso

Anónimo dijo...

Una historia más llena de vida que de muerte, aunque a primera vista parezca lo contrario.
Admiro a las personas que luchan por vivir y se muestran serenos.

Me toca mucho esta historia....


Espero que estés recuperado.

Un beso

Anónimo dijo...

Joder, y yo aqui agobiada por gilipolleces, para mi son importantes, pero perfectamente puedo vivir mi vida. R no.

Me he perdido en algún sitio, por que no sabía que te operaban, pensé que ibas de vacaciones, espero que ya estes como una rosa

Un beso

Anónimo dijo...

Y q decir a esto? la verdad es q no sabemos lo q tenemos hasta q vemos q podemos perderlo.
Es triste tener q apreciar nuestra vida la ver q alguien casi ya no puede disfrutar de ella, y aún así disfruta de cada minuto q le queda.
Saludos desde el Inframundo.

Anónimo dijo...

Me alegro que tu operación saliera bien, y bueno, la vida de R. es la vida de mucha gente que vive entre hospitales. Al menos ha tenido la suerte de conocerte.
Besos,

Anónimo dijo...

Que hermoso relato y qué bien nos pone los pies en la tierra. Si en la isla redonda encontrara sidra me bebería un culín a su salud... y a la tuya.
Espero que ten encuentres bien
Abrazo

Anónimo dijo...

Qué hermoso relato. Y nosotros a veces dejamos ir escapando la vida en tonterías...
Me alegro que te haya ido bien en tu operación, este debe ser el año de las operaciones....(a ver si también es el año de los amores ;))))
Un beso

Anónimo dijo...

Y despues me duele algo insignificante y creo que se me acaba el mundo.
Mil besos.

Anónimo dijo...

como dice mi querido despistado.. gracias por este post pq nos ha ayudado a reflexionar.. es una linda historia.. besos